Ahora, que sin embargo…

En algún lugar de la Costa Tropical, sentado frente al ir y venir de las olas.

2 de febrero de 2005

Para Lucía, con la esperanza de que la reciba en alguna de las playas que tanto amaba.

Ahora, que sigo queriéndote sin comprender por qué, comienzo a pensar que vivir en esa ciudad fue un verbo irregular. Nada que reprocharte. Ahora, que mi subconsciente encuentra sentido a la promiscuidad como forma de repartir amor y, ¿por qué no?, sintiéndome solidario (acaso, no es una manera de hacer el bien sin mirar con quién), incluso ahora, me pierdo en la estela que tu silueta dejaba al salir de la cama, me ahogo en el aire que tú no respiras a mi lado y mi consuelo pasa por la quimera de volver a tenerte entre mis sábanas, de sentir tu pecho juto al mío al mismo tiempo que mis dedos descienden por tu espalada. Al imaginarte vestida de invierno y desnuda en las palabras que fueron la luz de nuestra habitación, la bruma, siempre presente en la nostalgia de un confundido y errabundo corazón, recobra una lánguida claridad a modo de daga que cercena imaginarme al otro lado de ti.

Ahora, hundido en la cremallera que tantas veces no bajé y desorientado por los botones que no desabroché. Ningún alegato en mi defensa. Ahora, que aquellas frases tales como: «¿pueden dos personas convertirse en una?», «no podemos vivir sin pasión», «seguiremos amándonos aún el día que ya no nos queramos», dejan de sonar como una melodía y su sonido es hueco. Cierro los ojos y aún siento tus labios en mi boca y la mía recorriendo todos los rincones y laberintos de tu cuerpo. Respiro y tu olor sigue impregnando todo lo que me rodea.

Al pensar en los silencios del mantel y las copas, en los silencios de la ducha y los jabones, en los silencios de las escaleras y los pasillos me pregunto, ¿qué silencios circundan ahora tu melancolía? ¿Serán iguales a los míos?

Ahora, que escribirte supone un ejercicio de masoquismo y al mismo tiempo una necesidad. Sin razones para argumentar. Deshecho de aquel romanticismo, roto por los cajones secretos, vislumbrando que lo bueno no es para los que esperan, gustándome las serenatas que hablan de cosas que faltan, pues incluso ahora sigo enamorado como un tonto. Mi vida oscurece y amanece contigo mientras respirar, besarte, besarte y respirar siguen siendo mis anhelos más preciados. 

Ahora, que tú vives al calor del hogar y yo cierro los bares, ahora, que a ti te guían los horarios y yo saco a pasear a la luna, reniego de los besos que no te di y añoro los que me dabas. Ahora, que tu amante no te ama y yo soy amado por las geishas y ambos sabemos de lo difícil de volver a sentir lo mismo, sigo enredado en aquellos juegos tuyos de seducción, en tu sonrisa etrusca. Sin embargo, ahora que los sueños son nubes a punto de descargar, que el catre es la piel de serpiente y los macarrones la manzana del paraíso. Me cuentan que has puesto zoom y memoria a tu corazón y has vuelto al bar de los primeros besos, a la orilla donde nos mojábamos los pies esperando el barco que volaba. Ahora, que mayo del 68 ha perdido parte de su color y mis besos son ensoñaciones de tus atardeceres, me cuentan que compras postales en los Campos Elíseos y que cuando besas, guardas los besos con sal para mejor ocasión.

Todo esto, ¿para qué te lo escribo? Ninguno de los dos cambíamos como el otro deseaba. Ambos fingimos sin darnos cuenta que cuando se finge en el amor, se corre el riesgo de llegar a sentirlo. Es casi imposible fingir que se ama sin transformarse ya en amante.

Quizá te lo escriba con la intención de releer el capítulo de las inexistencias, siempre que abramos el libro juntos, de esquivar las esquinas afiladas que seccionan sueños de corazones sin etiquetar y al esquivarlas, bailemos las canciones hechas días y recitemos los poemas como llave de paso a los olvidos.

Te lo escribo con el propósito de encontrar el modo con el que tú quieras abrir la botella vacía donde te la mando y con la voluntad de encenderte nuevamente el cigarrillo que fumabas tras las palabras dichas en las cálidas sábanas.

Pero no puedo despedirme, las palabras no me encuentran y yo no salgo en su búsqueda. Sé que lo entenderás.

Besos…