“Periféricos” muestra unos personajes tan de carne y hueso que bien podríamos imaginarlos, a lo largo de las páginas de la novela, frente a nosotros como amigos, ex alumnos, ocasionales prostitutas, amantes, confidentes y hasta perspicaces guardaespaldas que, sentados en esas terrazas de bares cordobeses, clubes comprometidos de alterne o corriendo las calles en la tórrida noche andaluza, nos desglosan su aparatoso verano como auténticas piezas de una realidad paralela que trasciende de las hojas impresas.